LA PANDEMIA QUE NOS VUELVE LOCXS

Foto: Jazmin Acosta

El aburrimiento por las semanas consecutivas de encierro nos motivó a una amiga y a mi a salir a caminar a algún lado… decidimos ir al centro. Una excusa, un mecanismo de autodefensa (no paraca) para disfrutar en tiempos de pandemia la ciudad vitrina que aquel escritor misógino llama ciudad inmóvil, y que para estas épocas, anda de caprichos particulares que considero importante al menos señalarlas como ejercicio psicoprofiláctico. Etnomaricográficamente hablando… me hago entender?

Luego de llegar al centro y caminar unas cuantas calles, recordé y sin querer entremezclé la escena que estaba viviendo, con un pasaje de un texto que escribí cuando aún estaba en la Universidad… caminando con la superstición en el hombro le pareció estar dando vueltas entre calles que había visto en alguno de sus dejavús.(repetir dos veces) Saltaba las líneas de brea que crean las cuadrículas de las calles, luego regresé al centro histórico y miré los adoquines y luego nuevamente estábamos mi amiga y yo en la calle del torno. Llegamos donde la Maria V. Todxs teníamos tapabocas.

La ciudad de la caterva de vencejos expele hoy su aliento más puro desde la invasión de los españoles: prístino, como la misma alcantarilla de siempre pero lavada con citronela; uno sabe que huele rico, pero que ahí hubo mucha mierda. Es ahora posible percibir con la misma claridad que tienen por estos días las playas de Bocagrande y el Laguito, que la ciudad estaba tiritando de la desesperación. Como cualquier puta de la torre del reloj, asustada a las 12 de la noche rogando que llegue algún cliente que no la deje morir de hambre o que la policía no les haga pasar un mal rato. O quizá peor; como una niña de 12 años rogando exactamente lo mismo. Miopes malparidxs!

La pandemia ha sacado lo peor y lo mejor de la gente de esta ciudad de esquinas hediondas a berrenchín y asesinatos de jóvenes inocentes en barrios por robarles un celular. De todas las clases sociales y sectores políticos; gremios, organizaciones, líderes, ciudadanía; mientras, al tiempo, como quien no quiere la cosa, las maquinarias y los defectos mismos del sistema político local ha desventajado –aún más- a los sectores ya marginalizados en esta ciudad.

“Chispita”, por ejemplo, era una mujer trans que murió el pasado 13 de junio después de caer desplomada en medio de un barrio cerca al centro de la ciudad; se rumora con aquel tufillo morboso que llevaba días solicitando atención médica y con graves síntomas de Covid-19 y la atención nunca llegó… NUNCA. Ser mujer trans y su situación de calle se unieron en una mazamorra desabrida de discriminaciones que le produjo la muerte.

Tras cuatro horas de asfixia y pornomiseria, su cuerpo muerto fue recogido por una ambulancia y trasladado –tardíamente, obvio- a un centro médico; el diagnostico positivo por Covid-19 también fue confirmado después de su muerte. El miedo de contagio de los vecinos del sector contribuyó a que nadie le prestara auxilio, haciendo que su nombre se volviera un número más en las cifras de muertos de coronavirus[1] sin que se prendieran alarmas seriamente para atender este nuevo reto que enfrentamos las personas en Cartagena, y más las personas diversas sexualmente en la ciudad.

No paran de llegar a mi correo y mis redes sociales mensajes de maricas, travestis, ancianxs, amigxs y demás personas angustiadas que erróneamente creen que les puedo orientar en este extraño periodo que nos está enloqueciendo a todxs; ya no tanto por  el encierro sino por la incertidumbre laboral y el hambre… Nos están dejando morir de hambre Christian, qué vamos a hacer… Yo tampoco sé. Juro que tampoco sé.

Mi amiga, que es epidemióloga y yo, caminábamos trechos largos en completo silencio tratando de disimular la sorpresa de encontrar las calles antes atiborradas de gente con escarapelas y aroma a bloqueador solar, desiertas y gritando en algún tipo de jeringonza criolla, la alegría que sentía de no recibir tanta mierda extranjera en las alcantarillas del centro histórico que ya no esperan punto de lluvia para volverse cocadas y cloacas desbordadas y pestilentes. Como Venecia, pero más snob y ridículo. Guiño guiño.

Las casas del centro pasaron, en menos de 20 años, de alojar familias compuestas por 5, 6 y máximo 10 personas que bajaban el inodoro un promedio de 20 veces en un buen día de cagalera colectiva, a 400 o 500 descargas de los mismos en los mismos inodoros y los que les ha tocado improvisar dentro de las casas coloniales que ahora reciben cientos de turistas al mes. No nos hagamos lxs pendejitas.

Volviendo al tema del contexto covid en contraste con los asuntos marico diversos de la ciudad, sigue siendo el sub registro en estos casos, como es tradición en nuestra ciudad, un punto que resaltan expertxs como Laura Weinstein desde Bogotá: “no hay una estadística como tal. Es muy pronto para conocer, aparte que es interesante porque muchas personas trans cualquier diagnóstico prefieren mantenerlo como en reserva. Pero todos los sistemas de medición son binarios y no tienen en cuenta la identidad de género”.

Como es costumbre ya, nuestros nombres, géneros, tránsitos y realidades particulares quedan nuevamente eclipsadas detrás de los requerimientos de los nuevos afectados por la pandemia: blanco/mestizxs, educadxs y de clase media baja aspiracionista, dejando nuevamente fuera a las OtrasMaricasOtras sin la posibilidad de entrar en un dialogo con el estado y sus instituciones; como siempre y paradójicamente como nunca antes, dadas las actuales circunstancias.

Lo que quizá no deja pormenorizado Weinstein, es que ciudades como Cartagena tienen un alto índice de población afrodescendiente; eso quiere decir que las maricas cartageneras locales, por lo general y aunque intentemos mimetizarnos detrás del discurso del mestizaje para disimular la ascendencia negra, pertenecemos a este grupo étnico. Frente a tal escenario, resulta importante señalar el efecto de sedimentación que deja a los cuerpos diversos racializadxs de nuestra ciudad -los cuales ya han empezado a ser presas de las estigmatizaciones típicas que logran crear los medios de comunicación sobre nosotrxs- y lo que representamos estereotípicamente en la ciudad. Basta leer el artículo “quien cogió universal hoy: prensa y sectores populares” del profe Ricardo Chica para entender dónde cabemos lxs negrxs en los medios de comunicación y bajo qué condiciones.

Para dar ejemplo al respecto, se me ocurre traer el caso de nuestra amiga La Icho, una comediante e influencer marica, negra y periférica de la ciudad, quien luego de programar y simular una broma con una familia de su barrio, junto a su grupo; unos muchachxs que viven de producir videos, fue exhibida en la mayoría de los medios de comunicación, como promotora de la expansión de un virus;olvidando la vulnerabilidad en que desde ese momento la dejaban. Corriendo el riesgo de morir presa de la ira colectiva de una ciudad que prometer matar a todas las maricas si les dieran la posibilidad… encuentran un patrón acaso? Años 80? SIDA?. Cuerpos transmisores de algo que aparentemente le hace mucho daño a esta sociedad cacorra?

Y es la mismo Icho quien sirve de testimonio encarnado de los cuerpos diversos que se ven perjudicados por normas improvisadas y cissexistas como el famoso pico y género… enserio se imaginan a un policía aplicándole la norma a una marica como la Icho? En el espectro de lo masculino y lo femenino dónde lo colocamos? Qué hacemos con el color de su piel y los estigmas de los que habla el profe Chica? Cómo borrar de nuestra memoria histórica que el comandante Mena insinuó que Rolando Pérez se buscó su muerte por arrechx?


 

 

 

 



[1]https://www.infobae.com/america/colombia/2020/06/20/era-prostituta-y-trans-creia-tener-coronavirus-pero-le-negaron-la-atencion-su-muerte-se-convirtio-en-bandera-en-colombia/

[2]Cuando todo parecía no poder empeorar, el entonces comandante de la Policía de Bolívar y hoy inspector general de esa entidad, coronel Carlos Mena Bravo, llegó al sitio y dijo frente a los medios de comunicación que todo indicada que “los móviles fueron absolutamente pasionales por cuanto este ciudadano llevaba una vida desordenada, era promiscuo y, en su condición de homosexual, tenía varias personas como pareja"

https://www.elespectador.com/noticias/nacional/el-dia-en-que-la-policia-justifico-el-homicidio-de-un-activista-gay-por-promiscuo/

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